Rafael Amargo encarna al dios Dionisio en el «Dionisio. La vid…y mil noches», un espectáculo de danza y texto que estará en el Teatro Apolo de Barcelona del 22 de febrero al 3 de marzo, tras su estreno el pasado verano en el Teatro Romano de Málaga. «Dionisio» supone la vuelta de Amargo a las producciones de grandes dimensiones, tras seis años dedicado a proyectos de cine, televisión y teatro.
Dionisio, el dios griego del teatro, el vino, el éxtasis y la fertilidad. De todos los inmortales que integraban el convencional panteón helénico, es con mucho el que ha gozado de más larga vida; su presencia está ya atestiguada en los primeros documentos escritos en lengua griega (las tablillas micénicas de hace más de tres mil años) y perdura hasta nuestros días en la filosofía de Nietzsche (El nacimiento de la tragedia), la novela de Thomas Mann (Muerte en Venecia), la película de Visconti (Teoreme) o la novela de Vargas Llosa (Lituma en los Andes).
Dionisio, nos concede a los humanos la felicidad suprema de la bacanal que nos conduce “a poner las almas en común”. Dionisio, chorrea sobre la tierra vino y abre a los humanos su paraíso salvaje, la alteridad, lo que está prohibido. Se da a todos (mujeres y hombres); es el dios a la vez transgresor, pero también la llama viva que busca la paz. Es un dios errante que navega sin rumbo, generador de danzas frenéticas, pero también es el perseguido, el sufriente y el moribundo, y todos los que le acompañan y son rozados por su amor deben compartir con él su ¿trágico? destino.
Dionisio ha celebrado su último renacimiento, generando utopías que oscilan entre la sabiduría trágica y el nihilismo narcótico, pero siempre renace con eros en forma de luz.